21 de abril de 2009

Adoquines de Lisboa

Resultan curiosos los tropezones que uno va dando mientras camina. Como si de un borracho se tratara, a cada paso nos encontramos una dificultad y a cada vuelta de esquina, una puta. Me confundo de historia, perdón.

Me refería a lo curioso que es ir viendo las piezas del puzzle de la vida no encajar. Puzzle que, a diferencia de los que montabas de pequeño, no trae una foto en la caja para enseñarte como deben terminar las cosas ni mucho menos un aviso con la edad a partir de la cual es sano darse a componerlo. Eso sí, trae la leyenda 'made in china' como todo lo que te venden últimamente.

En la vida nunca estarás seguro al bien por bien de si la pieza que estas colocando pertenece al borde o si, por el contrario, todo está hilvanado alrededor de ella. De hecho, ni siquiera sabrás si es una pieza tuya o de algún otro. Nadie te da unas instrucciones de montaje, ¿Para qué molestarse, si nadie las va a leer?. Y el humano corriente no se contenta con intentar colocar las piezas que te llegan en la caja sino que deambula por la vida en búsqueda constante de otras muchas, de formas extrañamente diversas e imposibles de colocar; lo que termina por abstractar el dibujo que persigue.

Y de esta manera vas colocando en tu puzzle cosas que quizá no necesitas. Una pieza con forma de coche, aunque sepas que esta contamine a sus vecinas. Unas piezas muy bonitas, de marca, con forma ropera, ignorando que te cuestan un ojo de la cara y no te hacen necesariamente más elegante. O una pieza con forma de piso. Esta última, colocándola a plazos.

Hay quien tiene práctica montando puzzles y consigue solucionarlo. Otros, en cambio, tardarán toda la vida, dejarán las piezas más importantes sin montar, destrozarán su dibujo y puede que el de otros, y seguirán teniendo huecos vacíos. Cansados de discurrir, si son afortunados, intentarán comprar un puzzle ajeno. Eso sí, sin mucho éxito.

Y qué decir de esa pieza tan frágil en forma de mujer que tiene la capacidad de no encajar nunca a la perfección. Lo peor es que, además, tiene libre albedrío y puede abandonar el puzzle cuando le plazca y dejar un vacío irrecuperable de eterna nada.

Con veinticuatro, en mi pre-vejez, con medio puzzle montado, unas piezas haciendo fuerza sobre otras y un montón de piezas desechadas tiradas por el suelo, me imagino mi futuro como esas calles empedradas de Lisboa, donde parece que algún hijo de la gran puta haya puesto los adoquines a mala hostia para hacerte tropezar pero que, en su conjunto, visto desde lejos, tienen todas sentido. Visto desde lejos, quedan bien. Visto desde lejos, forman un dibujo.

Mientras repasaba mentalmente mi puzzle he decidido no complicarme la vida. No hace mucho, en alguna clase me preguntaba qué pensaría mi yo de siete años si agachara la cabeza y me encontrase con un puzzle fácil de resolver que, a base de obviar toda enseñanza geométrica recibida en el pasado, se ha ido complicando. Quizá, y sólo quizá, tiraría todas las piezas y volvería a empezar. Pero a su manera.

Y eso es lo que voy a hacer. Voy a volver a empezar como lo haría mi infante. Me niego a pasarme la vida dejando un espacio libre para piezas que tal vez no existan, colocando en el medio las del borde y arrancando la pegatina de otras. Pienso volver al cuadrado, al círculo, al triangulo y a la estrellita. Y todo lo demás, que se coloque por si mismo.

4 comentarios:

Nessa dijo...

Al final mereció la pena :), aunque no lo dudaba... :P Enhorabuena

PD: A veces nos pasamos la vida búscando algo que ni siquiera existe, mientras dejamos pasar de largo todo lo demás..., puede que tenga que haber huecos en el puzzle, puede incluso que ni siquiera tenga bordes..., así que apoyo la moción de dejar que cada pieza se coloque sola en su lugar.

Un beso y gracias :)

Anónimo dijo...

Se comenta por ahi que hay piezas de puzle tiradas por la morris

Anónimo dijo...

Con fuerza de voluntad, se puede conseguir cualquier cosa.

Alberto D dijo...

Un placer volver a leerte. Yo ando por aquí con las complicadas piezas del CPS.

Un saludo