30 de agosto de 2006

Conrad

Todavía debe estar aplaudiendo, el muy cabrón, la paliza que le metimos a los Lituanos el otro día. Riéndose con los comentarios de Andrés Montes, con sus rizos hasta la nuca y su sonrisa de jugón, una cerveza en una mano y un libro en la otra, me lo imagino practicando hasta la saciedad aquello de: “Como te pones de cereales, Salinas”. Le encanta el baloncesto, el deporte en general; recuerdo un fin de semana de junio, en plena temporada de exámenes, cuando la comida nos duró hasta el inicio de estadio dos, el programa de las trasnmisiones deportivas del fin de semana de la segunda cadena, y el presentador dio un avance de lo que vendría a ser la tarde: “Empezaremos retransmitiendo el campeonato del mundo de ‘vetetuasaberdonde’ de natación, seguiremos con el partido de tenis de Ferrero; para más tarde pasar a la final de la copa del rey de Balonmano y las semifinales de la ACB”. Conrad, tras tomarse su tiempo para asimilar la información, se dirigió hacia mí y me comentó: “Putos cabrones de la dos, Andrews, se han propuesto que no aprobemos ninguna”. Reconozco que cuando Xexu me dijo que el nuevo compañero de piso que había encontrado para Zona Cero era vasco la imagen del tronchapinos empezó a tomar forma en mi mente. Se fraguó la idea de un armario ropero de dos por cuatro, que terminó siendo cierta, que se ponía las gafas de cerca para mirar a las estrellas y hacía footing hasta el horizonte y volver. Supongo que esa ha sido la mayor lección que me ha dado, ha hecho que me olvide de los prejuicios sobre los que cabalgamos. Lejos de todo ello, Conrad dinamitó el prototipo de vasco y creó uno nuevo más acorde con la realidad. Detrás de aquel armario había un pensador que explotaba cada vez que le hacías una pregunta interesante del tipo: Con, ¿Qué hacemos con el tercer mundo? Siempre pensé que se escribía con K, aunque también pienso siempre que cualquier palabra se puede traducir a Euskera con el sufijo –oak, demostrando la poca cultura que bombardea mis neuronas. El me enseñó que si te apetece tomar unas cañas cinco minutos en Barbastro, aunque para ello haya que hacerse dos horas de ida y dos de vuelta, pues te apetecen. Y lo hizo aprovechando el hecho de que se quedó sin las llaves del piso, sus dos compañeros se encontraban en la ciudad del vino y su otra alternativa era prepararse unos cartones y coger sitio en la plaza. Menudo personaje. El día que abandonó Zona Cero, tras la promesa de unas futuras cañas, me dejó diez euros encima de la mesa; tal vez fuera su parte de una factura de luz que teníamos pendiente, pero tal vez no. Tal vez fueran aquellos diez euros que le aposté a que Trinidad y Tobago ganaba el mundial, se lo tomó en serio, el chaval. Ahora es verano y está ttrabajando en Huesca, creo. Visitando en coche a los enfermos que lo necesitan. Tal vez algún día le llamé fingiendo una enfermedad que sólo pueda tratar él. Y cuando llegue, después de ponerse en plan House, hacerle una punción lumbar y aplicarle antibióticos de amplio espectro, charlaremos. De momento le voy a escribir un mensaje para ver que es de su vida, luego, en honor a él, soñaré que España gana el mundial. ¿A ver?

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