A las colegialas más voyeuristas
el fuego eterno las trae sin cuidado,
como las lecciones de sor Josefa,
para balear exhibicionistas
con nueve milímetros de pecado
de la pistola del neng de Castefa.
Mi cuarto es el teatro del delito,
una peli donde actúo en pelotas,
la cabina barata de un sex-shop;
una tienda en un mundo gratuito
donde el cliente se pone las botas
sin tener que decir: "Ya soy mayor".
Y las apostróficas centinelas
se prisan para bajar la persiana
antes de que se ría la ciudad,
por ver su fe poblando las esquelas
cada vez que miran por mi ventana
y se ponen cachondas de verdad.
Si fueran mis strip-tease de las once
un poco menos Boris (más tacaños)
y las monjitas un poco más guarras
y enseñaran de sexo a los diez años;
pasarían de mi culo y, entonces,
las niñas mirarían la pizarra.
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1 comentario:
jajaja las monjas tienen q ser las primeras q miran te lo aseguro jaja eso del celibato no tiene q ser sano jajaja,por cierto llegue de rebote, viendo el blog de tu hermano, ha sido un curioso placer, un beso, su
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