El cielo tuvo la culpa, no hay duda,
del ruido y la gente corriendo entre escombros,
de niños indefensos pidiendo ayuda;
de marines con insignias en los hombros,
corazas en el pecho y caras pintadas
del color de la muerte que ellos trajeron;
de tristeza, de aldeas bombardeadas,
cadáveres que lucharon y murieron.
Tus B cincuenta y dos surcaron el cielo
para vaciar sus vientres sobre mi gente,
cerré los ojos y lloré tras mi velo
el asesinato injusto de inocentes.
¡Cuantas veces maldije tu vida y obra!
¡Cuantas veces, yanqui, te deseé muerto!
Cuanto odio cuando aquel a quien llamas Cobra
me dejó coja y con el corazón tuerto.
Pese a todo seguí soñando con ver
como, humillado, retirabas tus tropas
de los desiertos que me vieron crecer,
disculpándote ante las familias rotas,
implorando de rodillas la piedad
que no fuiste capaza de tener conmigo,
soñé con verte abandonar la ciudad
a la que un día llegaste como amigo.
Soñé con ver a tus soldados pensar,
descubrir que Charly fuiste siempre tú;
y que mis hijos pudieran contemplar
aquel cielo, libre de aviones, y azul.
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2 comentarios:
vaya, el cielo no es siempre protector. Bonito.
Salud!
sueños, sólo sueños...
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