No doy el perfil

La carrera musical de Bilsy parece nublarse por momentos. Mi representante acaba de hacerme saber que no me han cogido en la escuela de música de Zaragoza y me siento como aquellos aspirantes a OT a los que les decían que no daban el perfil. La diferencia entre ellos y yo es que a ellos no los querían por su aspecto y a mí porque no ha salido mi número en el sorteo de plazas. Mejor lo mío, sin duda. No pasa nada. No echarse las manos a la cabeza. No está todo el pescado vendido, supongo. Puedo aprender guitarra en otro lugar. Guiándome por una impulsiva sensación de socorro he puesto un anuncio en el 20 minutos: “Chico serio, formal y, según el, con talento; busca profesor de guitarra experimentado que lo convierta en estrella de rock en unos dos o tres años.” Aunque debería ser más tonto aún de lo que soy si quiero creer que el rock, o la música, o cualquier otro arte, se pueden enseñar en una clase. Eso hay que llevarlo dentro. Siento ser yo quien os lo diga, estudiantes de Bellas Artes. Siempre me queda la salida de ser autodidacta, enseñarme a mí mismo. Echar horas y horas en ensayos y, aun sin tener ni idea de solfeo, puede que llegue algún día a tocar bien la guitarra. Lo de Estrella ya veremos, dijo Heineken. Lo único que hace tambalearse esta opción es que nunca fui ni buen estudiante ni buen profesor, así que como para juntar las dos. Pero cuando me disponía a tirar la toalla he descubierto una alternativa, algo que me puede hacer llenar estadios y vender millones de discos, algo que me hará triunfar en todo el mundo y tener, por fin, mi jet privado. Estoy hablando, como no, del play-back.