23 de septiembre de 2005

¿Hasta luego?

Tantos días, aunque sólo sean dos meses. Tantos clientes. Tantos cafés. Tantos vasos rotos y propinas ganadas. Tantas cañas puestas, tiradas y bebidas. Tantas botellas alrededor sin poder beber de ninguna. Tantas personas nuevas. Era mi último día como camarero en el Dorado y me entró la morriña. Ya no volveré a ponerle vino al Yayo, ni me colarán diez francos franceses por un euro, ¡serán cabrones! Ni tampoco volveré a trabajar con Cris, Ana, Nuria, Adela y Manuel (ha sido un honor servir a sus órdenes, mi sargento), por lo menos en un año, demasiado tiempo. Ojalá Ángel, columna vertebral del salón, me contrate el año que viene y sea el peor encargado que me encuentre en mi vida; y aquellos abuelos los peores clientes. A veces llegue a sufrir, no recuerdo cuando, pero seguro que fue un sufrimiento sobradamente amortiguado por los chistes que me contaban los clientes, la sonrisa de Cris o el cachondeo con el castellano de Adela, nuestra cocinera rumana. ¿Que haría yo si Adelita se fuera? A quien, por cierto, todavía tengo que explicar la diferencia entre ‘ser’ y ‘estar’. Menudo profesor que te has buscado, nena. Terminé mi último día, me cambié y pase por el bar dispuesto a caminar a casa lo más rápido posible y echarme la mayor siesta del mundo. Cris me dio dos besos, los abuelos abandonaban un momento sus copas. Me deseaban buena suerte y me pedían que los visitara de vez en cuando. Mientras, el Yayo bebía, cada uno es como es. Y el sargento me ofrecía una mano desde dentro de la barra. Buena suerte en Zaragoza. Pasa a visitarnos cuando vuelvas los fines de semana por aquí, ¿Vale? Y volvía al trabajo, hay gente que no cambiará nunca. Me quedé saludando y mirando alrededor. La gente que se despedía de mí. Y no pude. No pude irme. Fue como si mis pies se encariñaran con aquel suelo que tantas veces había barrido. En ese momento detuve mi camino hasta la cama, me senté en un taburete y, que queréis que os diga, me tomé una caña. Hay bares que enganchan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una suerte estar a gusto en el trabajo,más aún tener buenos compañeros.