Da la medianoche el repicar de la campana
de la iglesia de nuestra ínsula de marineros
y, a lo lejos, se escucha el batir de la mesana
golpeada por la brisa, en tu barco velero.
La obligación te despierta de un sueño profundo,
emerges como por sorpresa del camarote
de capitán en el que te refugias del mundo
y se centra tu vista en el viejo paquebote
que cada noche antes de zarpar te trae misivas
de viejos contramaestres varados en tierra,
doctos oficiales que ruegan que les escribas
contando los secretos que tu océano encierra,
locos vigías que desperdiciaron su vista
en el lejano horizonte buscando tu barco,
hijos de pescadores que ignoraron tu pista
creyendo que tu mar no era más grande que un charco.
No formas número de ese elenco de marinos
que marcan rumbo en la carta de navegación.
Concedes la libertad a todos tus destinos,
sea el viento quien los discuta con Poseidón.
Te encaminas rápidamente al puente de mando,
saludando con sonrisas a tus tripulantes,
planeando la noche sueñas que navegando
te espera una travesía llena de diamantes
poéticos hundidos que debes rescatar
de entre esqueletos de antiguos barcos naufragados,
de calmas tras tempestades donde recitar
canciones de victoria a los barcos abordados,
de maniobras peligrosas entre atolones
que en tu barco podrían hacer quebrar la quilla,
de esos trueques con carabelas y galeones,
e ilustres mandatarios del puerto de Sevilla.
La solapa de tu chaqueta de capitana
no porta ni medallas ni condecoraciones.
tales premios no te llevarán a tu mañana
deseado de charlar con todas las naciones.
El amanecer revela que la noche ha muerto,
te guías pues por la luz del faro intermitente
y terminas con la eslora de tu barco en puerto,
con la esperanza de partir al día siguiente.
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2 comentarios:
Hacía un tiempo que no te leía. Qué bueno el de la constitución, jajaja. El poema también. Eres un crack.
impresionante o0!
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