27 de abril de 2005

Paso de ecuador (Parte 2: De vuelta y vuelta)

Se me había olvidado que tenía pendiente la segunda parte del paso de ecuador. Ya casi no me acuerdo. En fin. Recientemente el catalán de la autovía me echó en cara lo mal que lo dejé en la primera parte, así que ahora voy a hablar en su favor. Estábamos los dos perdidos por dios sabe donde cuando el tío se gira hacia mí y me dice que si quiero que me den un beso. Pues si va a ser tuyo no, ¡no te jode! A ver si con la tontería… Entonces el tío coge del brazo a una chica de al lado y le dice que me de un beso, y la chica obedece. El cabrón tiene un poder de convicción que no se lo merece. Por cierto, gracias. Y encima le dice que no vale. Que tiene que durar más. Y la tía pues vale. Encantada. Yo igualmente. Luego nos vemos si eso, chato. Venga pues. Seguimos caminando. Nos encontramos al Hulligan armándola en medio de un montón de gente, con la corbata como Rambo y el cinturón desabrochado, intentándose colar en el baño de las tías. El catalán coge a otra y le dice enróllate con este. Y la tía coge y dice coño Andrés, que sorpresa. Ya te digo. Pues si eres de mi clase. Y nos quedamos por ahí dando vueltas los tres. Hasta que el espectáculo se termina y nos echan del pabellón. El catalán, o sea, Hugo, se las arregla para que una camarera le regale una botella de champán que acabará intacta como regalo para su madre, en el fondo es un buen hijo. Jugamos al fútbol con botellas de agua y discutimos sobre que pato es el más bonito del estanque. Alguno se quiere bañar y todo. La gente dice algo de que no hay autobuses aún y tenemos que esperar. El Hulligan pregunta que hacemos. Hugo se pone serio y dice una única frase, fría como aquella mañana: “Bonita autovía”.

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