8 de mayo de 2006

Paseos por Barcelona

Guía turística con lluvia en los zapatos, bailaora de la seguidilla de la tarde de domingo que obtuvo el record de buenos ratos, heroína fugaz para adictos a cobarde; la porción sobria de pensamientos desquiciados, las lágrimas ensimismadas de arte mayor, los gritos de libertad de versos arrestados del entierro de esta madrugada son por vos. Aunque tiempo haga de los paseos por la luna, aunque la rambla no sea el camino a seguir en la vuelta a casa de esta noche en una duna más del desierto de los fracasos del salir; no me importa re-revivir enterradas glorias al compás del rock and roll del fondo de los vasos y ser el prota ganador en aquella historia donde la felicidad se medía por pasos, donde la recompensa eran tus labios hablando, el edén un piso sin balcón a Urquinaona, el paso del tiempo mirar tus ojos mirando, la vida, quizá, un fin de semana en Barcelona. Perdona si al aroma de los cafés condales, asesino las palabras dentro de mi boca o me disfrazo de mudo en tardes carnavales para buscar la atención de una mirada loca. Y que más da si Amelie no sabe declararse maneja con soltura el idioma de mirar y en un segundo hace valer la pena arriesgarse aunque mala suerte me derrote en Trafalgar. Todavía debo una visita al parque Guell, (una buena excusa para volver a partir) bastaría saber si me invitas, como ves, hoy también yo “puedo ponerme humilde y decir”. Barcelona fue el centro de un patio de luces y un artista del metro cantando el aleluya, una princesa esquivando coches en los cruces; tú admirabas las curvas de Gaudí y yo las tuyas. Que en la vida, como en las canciones de Serrat, hasta los aprendices de poeta más tiernos necesitan, a veces, tu voz para soñar que la puta realidad no les pone los cuernos.

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